El viaje a Bruselas, en un micro de Eurolines, fue bastante corto. Pero como siempre, deja mucho que desear, los conductores son todos unos cabrones mal educados, que manejan mal y te tratan peor. Éste iba hablando por celular, y manejando como si fuera solo en su auto, no les importa mucho cuánto te sacudas en tu asiento. Cuando hicimos una parada, no se gastó en decirlo en inglés, así que no entendí si podíamos bajar o no, ni por cuanto tiempo. Finalmente, bajé a comprarme un café ya que todo el mundo lo hacía. Mientras pagaba, escucho que toca bocina, así que voy saliendo, y el tipo ni esperó la reacción, ya estaba arrancando! Por suerte logré que parase, pero ninguna disculpa, me gritó algo en francés. Luego casi deja abajo a una mujer que estaba en el baño, a pesar de que la gente de adentro le decía que esperase... En fin, Eurolines apesta.
Al bajar, me junté con un uruguayo que viajaba en el mismo bus, y como él se quedaba en Bruselas esa noche, decidí quedarme yo también, en vez de ir directo a Brujas. Increíblemente, siendo lunes y estando horrible el tiempo, los hostels estaban llenos; así que compartimos una habitación de un hotelito no muy caro. A la noche nos tomamos unas cervezas y nos fuimos a dormir temprano, porque no había mucho para hacer.
Lo que me llamó la atención enseguida, fue que a pesar de estar formalmente en Flanders (la región en la que se habla flamenco), en Bruselas se habla francés.
La mañana del martes comenzó fría y lluviosa, así que ni siquiera podía recorrer mucho. Saqué 4 fotos y me fui a la estación de tren, para ir a Brujas.