Cuando bajé del bus en Oviedo (Asturias), me esperaban Roberto —el primo de mi abuela Esther— y su mujer Pili. Me llevaron a su casa en las afueras (Santa Marina) desde donde escribo esto ahora. Acá no hay ni internet ni teléfono, por la ventana se ve un vallecito de cuento. No nos conocíamos pero me han mimado como a un hijo, estos días que pasé con ellos fueron maravillosos.
Pero mi visita empezó accidentada, el viernes por la noche me llaman de Buenos Aires por un problema bastante urgente en Decidir, que no pude resolver telefónicamente. Y a falta de internet y cualquier transporte razonable (y probablemente con todos los cybercafés cerrados), mi pariente se ofreció a llevarme a la casa de la ciudad donde podría conectarme. Así que la primera impresión que tuvieron de mí no fue muy buena.
El sábado, luego de desayunar, salimos temprano con el coche a pasear por Asturias. No sólo me quedé encantado por el paisaje: mucho verde, vallecitos y montañitas con casas desperdigadas, ríos, rías y el mar luego de los acantilados; lo más lindo fue ir al lugar donde vivieron mis antepasados. Salime, un valle que ahora está inundado por una represa, muy cerca de la frontera con Galicia, supo ser un pueblo donde vivieron mis parientes hasta hace unos 50 años. Luego se mudaron a Grandas de Salime, un pueblo cercano, que también visitamos. Almorzamos en un "restaurante-pensión" que fue propiedad de un pariente y visitamos un museo etnográfico sorpresivamente completo e interesante para un pueblo perdido con un puñado de habitantes.
A la noche visitamos Oviñana, otro pueblo donde Roberto y Pili tienen un terreno en el que instalaron un hórreo reconvertido en casa. Un hórreo es una construcción típica de Asturias que se solía usar para almacenar granos, va montado sobre cuatro pilotes de madera con un disco que impedía que los ratones trepasen y se comieran las reservas. Luego me tocó hacer de instalador de alarmas cuando pasamos por la casa de una vecina que necesitaba ayuda para instalar una que se había comprado. Terminamos el día comiendo marisco hasta morir en el mismo pueblo, y tomando sidra al uso asturiano (escanciada): se sirve elevando la botella más de un metro del vaso, un "culito" que se toma de un trago y se deja un fondo que se tira para lavar el vaso y pasarlo al siguiente.
El domingo estaba tan cansado que dormí hasta pasada la una; con Roberto bajamos a Oviedo a comprar el diario y a hacer una recorrida rápida por el casco histórico. Tuvimos oportunidad de ver el "rastro", una feria de artesanías, antigüedades y baratijas varias; una banda tocando y bailando música tradicional y sacarme una foto con una estatua que le erigieron a Woody Allen. El resto del día nos quedamos adentro, leyendo y charlando.
Hoy lunes tuve que ir a la ciudad a conectarme a internet para trabajar, y luego me tomé el bus para ir a Villaviciosa (je), donde me esperaban con parientes de Pili. Otra gente muy amable, que vive en el campo, rodeados de otros paisajes de ensueño. Lo que más me llamó la atención de la casa es que tienen un juego de sapo (llamado "rana" acá) idéntico al que se ve en Argentina, y que parece ser muy común. Luego nos fuimos todos a Tazones, un pueblo pesquero cercano, donde desembarcó por error Felipe I en el 1517. Otros paisajes hermosos, más sidra y más marisco.